jueves

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Me gustaría irme lejos y no volver más...
para que dejen de reclamar que no estoy...
ahora por fin me iré...pero esta vez de verdad.

lunes

Un sueño

Soñé que vestía de negro. Estaba afuera de una iglesia que nunca había entrado. Autos por todo su alrededor, lleno de personas vestidas de negro y gafas para ocultar algo en sus rostros, nunca había visto a esta gente. Pero de un instante a otro, vi a mis abuelitos entrar a esta lúgubre iglesia y les seguí.
Abrí la gran puerta de la parroquia y escuchaba sollozos provenir de todas partes, entre tanta gente en oscuridad no alcanzaba a diferentes los rostros de todos ellos, y mis abuelitos se habían perdido entre la multitud.
Me quedé quieta por un instante para saber que pasaba, era tan real el sueño que a veces no te das cuenta que sueñas.
Caminé por el pasillo principal de la iglesia. Ahí, en medio del tumulto de personas había un "algo" quienes todos presenciaban y acariciaban, era un ataúd.
Una gran voz se escuchó desde lo alto de la iglesia. Levanté mi vista, era el ser más hermoso que había visto en esta tierra, tan hermoso que me daba escalofrío de solo mirarlo... y miedo.
El hombre me vió, fue la primera persona a quien vi, me sonrió y no pude evitar dejar derramar mis lágrimas. No me sonrió de forma paternal ni amorosa, sino abusiva y tenebrosa. El hombre comenzó a caminar delante de mi, pero nadie se percataba de su presencia, mi miedo empezaba a notarse y aquel hermoso hombre reía más y más.
Me ofreció su mano y sin pensarlo se la dí. y me llevo hacia el ataúd.
Observaba a las personas que rodeaban el cajón triste, pero sus caras estaba borrosas como si no quisieran ser vistas, mientras los trataba de mirar a todos, el hombre estiró mi mano y la puso sobre el ataúd. Reaccioné al instante cuando sentí el ardor infinito en mi mano, se había quemado profundamente al tocar la madera y mi vista llego hasta el humano que yacía en el ataúd.
Era yo.
Atónita, miraba al yo que dormía profundamente dentro de esa caja. Me veía demacrada e impura, ojeras y piel reseca. De mi boca tristemente morada comenzó a sangrar, y una araña salió de ella. Horrorizada miré al hombre que me trajo hasta mi cuerpo muerto quien reía cada vez más fuerte, su cara empezó a transfigurarse, sus ojos negros como su cabellera, se inyectaban en sangre, sus hermosas manos crecían y se volvían deformes.
Ahora mi alrededor tenían sus caras bien formadas y podía divisar a mis padres, mi hermana, mi pololo, mis abuelitos, mis tíos, amigos, y familiares. El ser que ahora era una criatura horrible lamía los rostros de las personas que más amaba en vida y ellos ni siquiera manifestaban disgusto alguno.
Me tapé el rostro con mis manos, me arrodillé e hice algo que hace mucho tiempo no hacía ni recordaba. Recé...

De repente abrí mis ojos y estaba en mi cama, en mi habitación ... en mi mundo por fin.