sábado

Asimetría

Aparte de vos, 
 aparte de mí 
La parte que a los dos 
 hoy nos toca vivir 
 Es parte de partir, 
 es parte de morir 
partiendo un pan 
 con sal de penas 

 Igual a vos, 
 igual a mí 
El tiempo iguala todo 
 y no deja mentir 
El hambre de vivir de amor, 
 un elixir 
que a quien no corresponde 
 lo envenena

 No existe simetría 
 en esta geografía 
No quedan más que días 
Que vuelven a pedir 
 como un mendigo 
El abrigo que no supimos dar

 Después de hoy, 
 después de aquí 
No habrá partes iguales, ya, 
 que discutir 
Nos queda este temblor, 
 corriéndose en sinfín, 
de luna que no es nunca llena

jueves

Y el sonido de tu música liberó en mi la esencia que daba por perdida.
Las caminatas que hacía volando, me llamaban para recordarte, 
y yo negando tu existir, cerraba mis ojos y no podía ver más que tus 
tristes ojos de muchacho.

lunes

Noche sin sueños



La noche está 
murmurando con su brisa 
habla de vos 
me recuerda tus caricias 
Son las noches que no paso a tu lado 
que comprendo nena cuanto hay 
en nuestro amor 
que busca ser sagrado 

Quiero beber
 de tu esencia tan distinta 
y comprender 
lo que no tiene la mía

 Romperé la noche gritando tu nombre 
hasta que mi voz te llegará 
al corazón 

 Una canción 
te busca a pesar de todo 
una canción 
te grita con toda su voz 
Que quizás no tengas un hombre perfecto
 y que sólo te podrá brindar 
todo su amor 
o si querés su vida 

 Romperé la noche gritando tu nombre 
hasta que mi voz te llegará 
al corazón 

Una canción
 te busca a pesar de todo
 una canción
 te grita con toda su voz 
Que quizás no tengas un hombre perfecto 
y que sólo te podrá brindar
 todo su amor
 o si querés su vida

jueves

Mírala. Se está poniendo vieja, esta cansada. Se ve tan triste, caminando a paso lento. 
Toda la gente comenta por los viento lo fea que está. Ya no camina por las nubes, ahora su pies tienen la culpa por todo, y lo demuestran por el peso que llevan.
Mírala, sola. Jamás se imaginaba que estaría sola,
siempre con sonrisas a su alrededor. Pero hoy, sola.
Que vejez es terrorífica. Digo, que terrorífica es la vejez.
Con esa arruga entre su frente por el pensamiento que no la dejaba quieta,
esa que esta al final de sus labios por las sonrisas que regala. 
Ahora solo es la sombra de lo que era.
La muerte cada día la persigue, 
como un ave de carroña esperando ver su presa dormirse por fin. 
Frágil como siempre. Intensa como nunca.
Vieja por las experiencias.
Y sola
Siempre sola.

lunes

Desde un rincón del cuarto, Amanda tenía su mirada fijamente en Eduardo, como pidiendo una respuesta, suplicando una respuesta, pero Eduardo solo miraba como sus manos jugueteaban. No sabía como decirle todas esas cosas que se guardaba para sí.
Amanda trataba  de entender su mudo lenguaje, quería acercarse a acostarse a su lado, tomar sus manos y hacerlo dormir en su pecho, quería hacer tantas cosas. Contarle historias, amarlo, besar sus labios, tocar su alma y con él sentirse mujer eternamente. Pero Eduardo sentado en su cama, seguía mirando sus manos. No tenía respuesta alguna.
- No me responderás?- Se atrevió a decir ella. Sabía que la respuesta que buscaba estaba más lejos que el tiempo que habían estado separados.
- Las cosas han cambiado, Amanda.

Del alma de ella nació la lágrima más penosa y patética. Se aseguraba a ella misma que no lloraría, ya era tarde. Eduardo por fin la miró, pero en sus ojos Amanda ya no se veía reflejada. Sus ojos estaban opacos, con temor y soledad. Pareciera que el tiempo hizo de él un monstruo. El había besado a la muerte y ya nada iba a cambiar eso. Eduardo estaría muriendo de a poco, sin la mujer con la que paso sus mejores años de su vida. Con la que le había hecho sentir tantas cosas en un tiempo.
-Jamás te atreviste a decir que me amabas.
-Jamás te amé, Amanda.
-Si me lo hubieras dicho, ahora tendrías un corazón latiendo...
-No lo necesito.

Amanda comprendió que él ya no era el hombre del cual se enamoró, era una bestia. Estaba perturbado por la muerte. Y ella pensó y trató de reconocer que Eduardo para ella, había muerto en el primero momento en que en su reflejo ya no existió más en sus ojos.

sábado

Sus grandes ojos que llenaban el vacío, podían hacer olvidarme del mal que vivíamos. La inocencia por la que la sociedad te excluye era la que hacía a él mirarme de esa forma. Una sonrisa que podía callar tormentas. 
La magnificencia de la gratitud hacia mi persona. Yo, quien creía darle de todo, y a la vez no podía darle nada. Me idolatraba a pesar que conocía muy bien a Dios. Era su persona favorita, era quien le podía enseñar el mundo y solamente con mis dulces palabras. 
Una voz tan suave y frágil que en cualquier momento podía destrozarse por culpa de la corrupción y las noches de pánico. 
- ¿Qué comeremos hoy, papá?
Y yo, sabiendo que no tengo nada para darle, le sonreí para que siguiera confiando en mí.