sábado

“No debe usted entregarse a deseos en los que no cree. Sé lo que usted desea. Tiene usted que abandonarlos o desearlos de verdad y por entero. Cuando llegue usted a pedir llevando en sí la plena seguridad de lograr su deseo, la demanda y la satisfacción coincidirán en un solo instante. Pero usted desea y se reprocha, temeroso, sus deseos. Tiene usted que dominar todo eso. Voy a contarle una conseja”.
 Y me contó de un adolescente que estaba enamorado de una estrella. A la orilla del mar extendía los brazos hacia ella, la adoraba, soñaba con ella y le dedicaba todos sus pensamientos. Pero sabía, o creía saber, que un hombre no puede enlazar con sus brazos una estrella. Imaginaba que su destino era amarla siempre sin esperanza y construyó sobre esta idea toda una vida de renunciamiento y de dolor, callado y fiel, que habría de purificarle y ennoblecerle. Una noche se hallaba sentado de nuevo junto al mar, sobre un acantilado, contemplando a su amada y ardiendo en amor por ella. Y en un instante de profundo anhelo saltó al vacío, hacia la estrella. Pero todavía entonces pensó en la imposibilidad de alcanzarla y cayó, destrozándose contra las rocas. No sabía amar. Si en el momento de saltar hubiese tenido fuerza de alma suficiente para creer fija y seguramente en el logro de su deseo, hubiese volado cielo arriba a reunirse con su estrella.

Herman Hesse - Demian

viernes

Perfecta

De pronto la vi. Era hermosa, y ella muy bien lo sabía. 
Su singular y sensual forma de caminar, hacia que el viento pudiera envidiarle todo movimiento que de ella pudiese nacer. Sus caderas hacían desencajar cada partícula, su aroma que con el rocío de sus pétalos podía embriagar a quién pasase delante de sus ojos. 
Sus labios rojos podían hacer juego perfectamente con todo su rostro, ese rostro que los mismo ángeles habían esculpido para ser un ser más divino que dios. Era perfecta. 
Su cuerpo lascivamente entallado, sus manos de artista, sus manos de gentileza. Piel tan delicadamente suave , la humedad de su cuerpo, pero lo que más admiro, aún más, esas preciosas luces que hacen iluminar su oscuridad. Sus ojos que al mismo olvido podrían hacer olvidar, tan tristes y misteriosos que hacen perderte dentro de un mundo distorsionado, pero hermoso. Por que ella es preciosa. Es hermosa, Su nombre la hace ser más hermosa aún. 
La envidia de una diosa, tan hermosa cómo el mismo Sol dentro de sus abrazadores rayos. Afrodita como ella misma, puede expeler su femineidad por todo su cuerpo, tan dulcemente complacido. 
Real y bella. Bella y real.
No sabía si quería que estuviese a mi lado, o si quisiese adorarla como un dios.
No sabía si tocarla o admirarla.
Era tan perfecta que mis repugnantes manos no tendrían jamás que acercárseles. 
Tenía que abstenerme ante cualquier acto. 
No podía hacer que esa hermosa criatura del cielo se pudriera ante mi. 
Era tan hermosa.
Tan hermosa.

sábado

Cada vez que él la miraba, ella sonreía. Y dentro de su cuerpo recorrían un hormigueo por todos lados. Tanto así que hacía que Jorge tuviera un pequeño espasmo que nadie podía percatar. Helena por su parte, cada vez que lo veía, tenía la extraña impresión que desde el cielo la miraban.

Un día, mientras Helena pasaba por el lado de Jorge, miró el cielo y detrás de una nube había una sombra oscura y misteriosa. Ella se preguntó por qué cada vez que ella veía a Jorge, esa sombra la quedaba observando. Y por milagro de la tierra, esa sombra bajó y se sentó junto a Helena. Ambos se miraron con gran entusiasmo y quietud, pero no se dejaban de mirar, porque algo le hacía pensar a Helena que esa sombra podía hacerle algún mal.
No se equivocó, la Sombra le robó lo que ella más apreciaba, su corazón.
Se devoró completamente el pequeño corazón que ella guardaba tan celosamente.
Lo extraño es que Helena siguió viviendo. La sombra cada día la visitaba. Lloraba y gritaba en su cara. Ella trataba de no escucharlo, trataba de seguir caminando. Helena en alguna oportunidad no volvió a ser ella. Cada día su bella sonrisa iba quedando en el olvido, sus hermosas palabras iban muriendo... y en su rostro ya no había luz.

Jorge, decidido a hablarle, corrió donde estaba ella. Su mano tocó su hombro, ella se volteó, pero ya no era Helena, ahora era una anciana horrible, con rencor y asco del mundo. Jorge se asustó y las palabras que traía en su mente, se desvaneciendo... se esfumaron como una melodía que no se escucha... como unas lágrimas mal nacidas, como burbujas aplastadas... Todo murió.

Desde ese día, cuando Jorge miraba a Helena, todo su mundo quedaba en silencio.



jueves

En una vieja calle llena de árboles secos y deformes, una casita pequeña de color marfil, hay dos personas dentro.
Hay un aroma a vejez, un poco sombría y con una televisión encendida en un canal fuera de transmisión. En un sillón, un hombre viejo y sucio, con gafas en la punta de su nariz, con el codo sobre el soporte del brazo tratando de afirmar su cabeza para que no cayera. En la otra mano el control remoto de la televisión. En ciertas oportunidades se escuchaba un leve ronquido que hacia estremecer la madera vieja de la casa.
En otro sillón, una anciana delgada, con el ceño fruncido tratando de ver el tejido que hacia con sus manos, Pareciera que estaban tan distantes uno de otro. Ella ni se percataba de lo que transmitía la T.V.
De pronto algo hizo que reaccionara de su mundo estepario para mirar a su marido.
Lo vio y no vio nada. Solo un hombre extraño dentro de su casa.
Trataba de recordar por qué estaba él ahí... No lo recordó.
Trato de pensar como habían de conocerse , cómo había llegado a su vida.... No lo recordó.
Entonces, pensó cómo había sido él con quién se había casado... No lo recordó.
Algo debía de recordar... y no era que se hubiera olvidado de todo, sino que era solo él el extraño en su vida. Pero no se asustó, porque de alguna forma, todos los días lo observaba y trataba de recordarlo, y no podía.
Miró su hogar, tantos retratos de ella con ese hombre, pero en ninguna foto ella se veía sonriendo. Y él, tampoco.
Habían vivido de la rutina y costumbre, estaban separados por una agonía silenciosa de la que nunca se percataron a tiempo. Pero siguieron con sus vidas...
Ahora él en un sofá durmiendo. Ahora ella en otro sillón sola.
Morirán pronto, sin amor por ninguno de los dos.

domingo

El ácido de tu roce hace que me queme hasta el alma y me duela el espíritu. No sé si odiarte o amarte, no me dejan hacer ninguna de las dos cosas porque ella sabe que pasa por mi cabeza, ella es la que conoce mis pensamientos, y te conoce, y lo conoce, y me conoce, y se conoce. Pero yo no conozco a nadie. Eso es lo que hace que me domine. Ella está haciendo que mi mundo se vaya convirtiendo en lo que yo no quería que fuese. No quiero ser dominada por ella… y lo está haciendo.
Quiere controlarme como el maestro de las marionetas, quiere maltratarme y pisotearme.
Y lo hace.

¿Por qué no me ayudaste cuando te lo pedí?
Ahora ya no puedo hacer nada.
No sé nada. No conozco nada. No veo nada.
No sirvo para nada.
Hoy ha sido uno de esos días nublados y lluviosos dentro de mi corazón. Tengo tanta rabia que podría matarte, a ti, a quien lees esto con gran entusiasmo y tratando de entender la vida. Siento ese nudo en la garganta que no te deja respirar, pero no porque quieres desahogarte de tus penurias, sino por que quiero manchar mis manos y verlas llenas de sangre, lamerlas y sentirme complacida. Olfatear el sonido de la tranquilidad, solo cuando haya hecho mi trabajo. Necesito estrangular, odiar, golpear, torturar, y maltratar. Necesito hacerlo para que mi quietud llegue y me enfrente delante de un espejo. 
Pueda decir por fin: "Hoy si... hoy estás libre"
Pero sigo encadenada y no puedo mover mis manos, no puedo matar, no puedo lamer mis manos, no puedo torturar, no puedo estrangular... no puedo hacer nada. Mi cuerpo quieto ante los actos de mi mente. 
¿Por qué no puedo separarme? 
Solo quiero que esa parte de mi mate y se sienta feliz haciendo lo que quiere hacer. 
Quiero cerrar mis ojos y saber que el cuerpo degollado yace ante mis pies, y pueda aplaudir triunfante de mi deseo. Abrir mis brazos y agradecer a Dios por darme la oportunidad que tuve de cumplir el anhelado sueño de asesinar al mundo, a mi. Y seguir viviendo.
Lamentablemente, soy la persona que no es capaz de hacer esas cosas. Solo podría si tuviera otra yo viviendo dentro de mi.
....







Pero...creo que eso si es posible.

miércoles

Era lo que necesitaba para darme cuenta que lo que había elegido era lo correcto. Ahora dejaré de confiar en los mortales. Gracias por despegar mis parpados que tan cerrados los tenía.