sábado

Cada vez que él la miraba, ella sonreía. Y dentro de su cuerpo recorrían un hormigueo por todos lados. Tanto así que hacía que Jorge tuviera un pequeño espasmo que nadie podía percatar. Helena por su parte, cada vez que lo veía, tenía la extraña impresión que desde el cielo la miraban.

Un día, mientras Helena pasaba por el lado de Jorge, miró el cielo y detrás de una nube había una sombra oscura y misteriosa. Ella se preguntó por qué cada vez que ella veía a Jorge, esa sombra la quedaba observando. Y por milagro de la tierra, esa sombra bajó y se sentó junto a Helena. Ambos se miraron con gran entusiasmo y quietud, pero no se dejaban de mirar, porque algo le hacía pensar a Helena que esa sombra podía hacerle algún mal.
No se equivocó, la Sombra le robó lo que ella más apreciaba, su corazón.
Se devoró completamente el pequeño corazón que ella guardaba tan celosamente.
Lo extraño es que Helena siguió viviendo. La sombra cada día la visitaba. Lloraba y gritaba en su cara. Ella trataba de no escucharlo, trataba de seguir caminando. Helena en alguna oportunidad no volvió a ser ella. Cada día su bella sonrisa iba quedando en el olvido, sus hermosas palabras iban muriendo... y en su rostro ya no había luz.

Jorge, decidido a hablarle, corrió donde estaba ella. Su mano tocó su hombro, ella se volteó, pero ya no era Helena, ahora era una anciana horrible, con rencor y asco del mundo. Jorge se asustó y las palabras que traía en su mente, se desvaneciendo... se esfumaron como una melodía que no se escucha... como unas lágrimas mal nacidas, como burbujas aplastadas... Todo murió.

Desde ese día, cuando Jorge miraba a Helena, todo su mundo quedaba en silencio.



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