jueves

En una vieja calle llena de árboles secos y deformes, una casita pequeña de color marfil, hay dos personas dentro.
Hay un aroma a vejez, un poco sombría y con una televisión encendida en un canal fuera de transmisión. En un sillón, un hombre viejo y sucio, con gafas en la punta de su nariz, con el codo sobre el soporte del brazo tratando de afirmar su cabeza para que no cayera. En la otra mano el control remoto de la televisión. En ciertas oportunidades se escuchaba un leve ronquido que hacia estremecer la madera vieja de la casa.
En otro sillón, una anciana delgada, con el ceño fruncido tratando de ver el tejido que hacia con sus manos, Pareciera que estaban tan distantes uno de otro. Ella ni se percataba de lo que transmitía la T.V.
De pronto algo hizo que reaccionara de su mundo estepario para mirar a su marido.
Lo vio y no vio nada. Solo un hombre extraño dentro de su casa.
Trataba de recordar por qué estaba él ahí... No lo recordó.
Trato de pensar como habían de conocerse , cómo había llegado a su vida.... No lo recordó.
Entonces, pensó cómo había sido él con quién se había casado... No lo recordó.
Algo debía de recordar... y no era que se hubiera olvidado de todo, sino que era solo él el extraño en su vida. Pero no se asustó, porque de alguna forma, todos los días lo observaba y trataba de recordarlo, y no podía.
Miró su hogar, tantos retratos de ella con ese hombre, pero en ninguna foto ella se veía sonriendo. Y él, tampoco.
Habían vivido de la rutina y costumbre, estaban separados por una agonía silenciosa de la que nunca se percataron a tiempo. Pero siguieron con sus vidas...
Ahora él en un sofá durmiendo. Ahora ella en otro sillón sola.
Morirán pronto, sin amor por ninguno de los dos.

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